En términos médicos, el ayuno controlado proporciona
al sistema digestivo un merecido descanso después de nuestros abusos. Le
permiten al cuerpo limpiarse y estabilizar nuestra química sanguínea. Después
de un ayuno continuo de 24 horas, la sangre atraviesa por un proceso de eliminación
de toxinas que son favorable para la salud. Sin embargo, los beneficios del ayuno van más
lo de lo físico y trascienden a lo espiritual.
Hace varios años, me encontraba en un ayuno en el templo de Gurabo, Puerto Rico. Solo había
ayunado un par de veces y estaba en el proceso de entender y maravillarme
con aquello que el Señor me mostraba cada vez que lo hacía. Al final de cada ayuno y oración, mi
entendimiento de la Biblia se incrementaba, me sentía restaurado, fortalecido,
tranquilo y lleno del Espíritu Santo. Inclusive
las personas que me miraban decían que podían ver un “brillo” en mi rostro.
Durante ese ayuno en específico, había decidido
prolongarlo lo mas posible con el fin de probarme a mí mismo y con el deseo de
que Dios me mostrara más. Los primeros días pasaron como en los ayunos
anteriores. El primer día dolor de cabeza y hambre, el segundo me empezaba a
estabilizar y a partir del tercero mi cuerpo simplemente se adaptaba. Solo me mantenía hidratado y me concentraba en
orar y estudiar la Biblia. Sin embargo, el cuarto día comenzó a suceder algo
diferente, me estaba enfocando en prolongar mi ayuno tanto como mi cuerpo
aguantara en lugar de concentrarme en la oración. Me empecé a sentir
desenfocado en la oración de comunión con el Señor y la sustituí por una que me
permitiera alargar mi ayuno lo mas posible. En ese momento empecé a sentirme mal. Dolor de
cabeza, hambre intensa, mareo y mi estomago rugía como león hambriento. Sentía que algo no andaba bien y me comencé a
desesperar. Le pedí al Señor que me
indicara cuando dar por terminado mi ayuno.
Su respuesta no tardó en llegar, fue clara y
debo decir divertida. Alrededor de las
12 p.m. del cuarto día de ayuno, un hermano de la iglesia llamado Willie, a
quien de cariño llamo “pellejo”, llego al templo con una gallina lista para
preparar. Willie es un hombre de campo
con buen corazón y una impresionante fuerza física que Dios le dio. Es capaz de realizar proezas física poco
comunes y carentes de docilidad alguna. A
pesar de que es un hombre amable, sus modales son sutiles y agraciados como los de un macho cavernícola
con exceso de testosterona. Sus palabras
al llegar al tiempo fueron: “¡Mira pellejo acabo de atropellar esta gallina!, ¡solo
le pase por la cabeza así que esta buena!” ¡la traje para pelarla y que te
comas un buen caldo!
Bueno, en ese momento comprendí que debía dejar
de ayunar y esperar por el caldo de gallina atropellada de mi amigo cavernícola.
No podía negarme bajo riesgo de que me obligara “por las buenas” a comerme el
caldo de gallina atropellada, pero caldo al fin de cuentas.
El ayuno es una práctica indispensable para mantener
nuestra relación con Dios, fortalecer nuestro dominio propio y crecer en el
conocimiento de la Palabra. De esta
manera, sometemos los deseos de nuestra carne a nuestra voluntad por medio del
dominio propio. Representa una poderosa herramienta la cual
nos provee de armas espirituales para resistir cualquier tentación y ataque que
nos desvía del propósito de Dios en nuestras vidas que es la salvación. Ahora bien, el ayuno debe de ir acompañado de
la oración. Solo por medio de ambos es posible levantar nuestra mirada hacia el
Señor y entrar en comunión con El. Así, Nuestro
Padre es quien nos provee las fuerzas necesarias para mantenernos firmes y
tranquilos durante el ayuno.
Al pasar el tiempo, comprendí la razón por la cual
el Señor había decidido indicarme como terminar mi ayuno de esa manera. En el
momento que decidí probar mi resistencia física para ayunar, rompí el propósito
del ayuno e interrumpí mi momento de comunión con el Señor. Ayunar no es una dieta, una prueba de resistencia,
un castigo y mucho menos una penitencia. Tampoco debe de ser un evento público
que debes anunciar con cara de mártir. El verdadero ayuno que agrada a Dios es
en privado o con tu congregación. Debe
entenderse como una práctica necesaria que crea un hermoso momento de comunión con
Dios y de crecimiento espiritual que te fortalece como hombre o mujer de fe. Es un lapso que ofrecemos a nuestro Padre
como un acto de obediencia, amor y comunión con Él y su palabra.
Te invito a que te sigas el ejemplo de Cristo
quien ayunaba y oraba siendo hombre. Acercate a tu congregación para que te guíen
por el camino de ayuno que agrada a Dios. Si no crees, al ayuno y la oración te quitan
el velo de los ojos; si crees, pero te alejaste, ayuna y ora para volver al
camino; si crees, fortalece tu relación con Dios por medio de la practica del ayuno
para que seas luz para los que andan en obscuridad. Bendiciones
Esdras 8 :23 Así que ayunamos y oramos a nuestro Dios pidiéndole su protección, y él nos escuchó.
Mateo 6:16-18 Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que éstos ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino sólo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.
Lucas 4:2 Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre.
Puedes vert el video en you tube en el siguiente elcace: https://www.youtube.com/watch?v=CdIl8DwDKN0
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